El Trastorno del Espectro Autista (TEA) es una de las condiciones que más ha dado que hablar en los últimos años y que, sin embargo, para el grueso de la sociedad sigue siendo bastante desconocida.
En el Centro de Desarrollo Infantil y Atención Temprana (CDIAT) se inician las primeras actuaciones en la sospecha de un menor con manifestaciones clínicas de TEA. Por ello, os ayudamos a conocer un poco más de qué se trata y a desmontar algunos mitos sobre el autismo.
¿Qué es el TEA?
Los Trastornos del Espectro Autista, se definen como una disfunción neurológica crónica con fuerte base genética que desde edades tempranas se manifiesta en una serie de síntomas relacionados con la interacción social, la comunicación y la falta de flexibilidad en el razonamiento y comportamientos. El grado de gravedad, forma y edad de aparición de cada uno de los criterios va a variar de un individuo a otro, definiendo cada una de las categorías diagnósticas. A pesar de las clasificaciones, ninguna persona que presenta un TEA es igual a otro en cuanto a características observables.
Síntomas más habituales
- Movimientos corporales estereotipados.
- Anomalías en la emisión, forma y contenido del lenguaje.
- Dificultad en la comunicación no verbal.
- Insistencia en el seguimiento de rutinas.
Cinco mitos del autismo
- El autismo es una enfermedad.
El autismo no es una enfermedad, es una condición del neurodesarrollo que se presenta desde las primeras etapas de la vida de una persona y la acompaña toda su vida. Existe una gran heterogeneidad, por ello cada persona es diferente y posee unas características propias. En consecuencia, la intervención y los apoyos que pueda requerir deben ajustarse a sus necesidades personales. - No se comunican con los demás.
Una de las áreas afectadas en el diagnóstico de autismo es la de la comunicación social. Aún así, eso no significa que no se comuniquen, sino que lo hacen de formas diferentes. Por ello se utilizan sistemas alternativos y aumentativos de la comunicación que promueven y facilitan la intención comunicativa e interacción con los demás. - No miran a los ojos.
Aunque en muchos casos podemos observar este como uno de los síntomas que se atribuye a menores con TEA, hay muchas ocasiones en las que la motivación social , la clave visual o verbal que asociamos y el vínculo establecido en una rutina determinada, desarrolla un contacto visual, compatible con el diagnóstico, y muy enriquecedor para el aprendizaje de conductas sociales. - Viven en su propio mundo.
Los intereses que comúnmente nos permiten relacionarnos con otras personas pueden ser distintos, o particulares, pero a través de estos intereses podemos iniciar y desarrollar acciones conjuntas y aumentar su motivación social. - No les gusta el contacto físico.
Los niños con TEA buscan muchas veces contacto en los juegos circulares familiares, se ríen cuando les gustan las cosquillas, dan abrazos, besos y disfrutan cuando algo les divierte, y con quien se vinculan afectivamente.